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lunes, 13 de enero de 2014

Cómo suena la música cuando pasa por tu cuerpo

Por un momento todo calla, ruidos de ciudades, contaminación y caos duermen. Se ensordece la persona y su capacidad de escuchar, que no oir, las notas musicales. Cómo se podría explicar a un sordo el sonido de un Adagio, cómo podríamos transmitir el sentimiento de notas que dan vida a instrumentos y voces.


Con movimiento, llega el momento o la hora de abrir el telón, las puertas de escuelas o de calles calladas. El cuerpo de esos pocos que han sido tocados por las manos de Terpsícore, musa de la danza, entra en acción.

Son un instrumento más de la orquesta, prolongan su sonido o lo interpretan y lo transmiten. Pero esta capacidad es como un diamante en bruto, no se aprecia pues debe ser pulido. Los bailarines son limados y abrillantados por maestros que enseñan técnica a esencias que son capaces de apreciarla y dotarles del valor que se merece.





Ese es el fin de las escuelas de baile. En ellas se observa la cara oculta de la danza, el proceso de formación de muchos jóvenes que un día, con suerte, llenarán escenarios con la magia de sus pies, sus brazos, sus torsos y sus almas.

Es un camino duro, las puntas de ballet hacen heridas, las críticas duelen, los compañeros se vuelven rivales; y las oportunidades de hacerse un hueco son inversamente proporcionales a la cantidad de soñadores que esperan hacer de su pasión su trabajo. Pero pese a todo no puedes ignorarlo, no puedes dejar pasar una nota sin que tu cuerpo se arranque y demuestre por qué un día decidiste andar el camino, decidiste ser bailarín y transmitir al mundo entero cómo suena la música cuando pasa por tu cuerpo.

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